Ganas o pierdes las batallas?


“.....Otra vez he vuelto a levantarme y Ana sigue en la cama. Son las diez de la mañana y he puesto dos lavadoras, tendido la ropa una vez, limpiado la cocina e ido a por el pan. ¿Y Ana dices?, Ana aun en la cama. Casi son las once de la mañana y por más que voy a la habitación sigue roncando. Se supone que las tareas de casa son de las dos. Se supone que yo también quiero hacer cosas: me había propuesto ir a pasear e incluso ir a comprarme algunos regalos por haber sido una gran semana para mí. Pero no! Esta visto que hoy no va a ser el día porque las tareas domésticas las tendrá que hacer alguien. ¡Bufff!! ya casi la una y parece que escucho que se despierta. Si, si se está despertando y esa me va a oir!....vaya que si me va a oir! Lo siento por los vecinos pero se la formo.......”

Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro; si no conoces a los demás, pero te conoces a ti mismo, perderás una batalla y ganarás otra; si no conoces a los demás ni te conoces a ti mismo, correrás peligro en cada batalla”

El arte de la guerra” de Sun Tzu



“.....Otra vez he vuelto a levantarme y Ana sigue en la cama. Mira que es perezosa aunque también es verdad que ha trabajado mucho esta semana. Bueno, a la faena!! pondré mis dos lavadoras e iré por el pan. Luego tras el desayuno, iré a mimarme y me autoregalaré esos zapatos que me gustaron tanto. He trabajado mucho esta semana y me merezco un premio e iré paseando por la Alameda disfrutando del ambiente relajado del fin de semana en el centro de la ciudad.

Miralá! Ana sigue durmiendo y son las 12 de la mañana. Que feliz se ve su rostro y cuanto la quiero.
Yo salgo de casa. Fue un acierto aquel espacio que creamos las dos para organizarnos y planificar nuestras tareas. Fue un acierto aprender a conocernos para facilitar nuestro día a día. Recuerdo aquella tarde, las dos sentadas en el sofa.....¿Ana, que necesitas de mí para que nuestro día a día sea más fácil, le pregunté? Ana me contestó que no fuera tan exigente con ella, que no la siguiera agobiando tanto con mis “cómo se hacen las cosas”, que le dejara libertad para decidir “sus cómo hacerlas”. ¿Y tú que necesitas de mí, me preguntó Ana?..compromiso le dije, necesito que cumplas tu palabra con las tareas que te corresponden, necesito apoyo con ellas y necesito poder confiar en ti....aún recuerdo como mi respiración se agitaba al decir aquellas palabras. Siempre las pensaba, aunque fue la primera vez en decirlas en casi diez años de nuestra relación. Escribimos cada tarea en un papelito y las distribuimos en el sofá. Cada una fue eligiendo aquella tarea que más le gustaba, aquella que le costaba menos esfuerzo y mejor se adaptaba a ella. Fue como un juego y aquel juego lo construíamos las dos. No había lugar para la imposición o el reproche. Desde entonces cada una sabe lo que le toca hacer, decide “el cómo hacerlo”; desde entonces, podemos intercambiarnos las tareas si fuese necesario...sabiendo que es un trueque, como cuando cambiábamos los cromos en el recreo. Fue maravilloso aquel espacio que moldeamos entre las dos......y hoy, son las once, Ana duerme y yo con una gran sonrisa me dispongo a pasear por la ciudad. Hasta luego!,,,”


Saber qué es lo que queremos y crear las acciones que nos pueden llevar a conseguirlo significa tener ganada gran parte de la batalla.

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